El Tribunal Oral Federal remitió una notificación oficial tanto a la ministra Patricia Bullrich como al responsable de Seguridad porteño. Por su parte, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, solicitó que la expresidenta no sea citada directamente en Comodoro Py. Se anticipa que el martes será una jornada decisiva.

Argentina atraviesa un momento bisagra en su historia democrática. La Corte Suprema ha ratificado la condena contra la expresidenta y actual líder del kirchnerismo, Cristina Fernández de Kirchner, sellando así no solo su destino judicial sino también su futuro político. El fallo no solo confirma los seis años de prisión, sino también la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, una medida que sacude el tablero político y abre una serie de interrogantes sobre el liderazgo peronista y la calidad institucional del país.
Esta resolución judicial, de enorme peso simbólico, marca el final de una etapa y plantea nuevos desafíos. ¿Estamos ante un acto genuino de justicia que refuerza la lucha contra la corrupción o frente a un caso más de “lawfare”, como denuncia el kirchnerismo? La pregunta no es menor, porque de su respuesta dependerá cómo se configure el futuro político, social y judicial de la Argentina.
Cristina ha sido, sin dudas, una de las figuras más polarizadoras y determinantes de las últimas dos décadas. Su condena no solo afecta a una persona, sino que reconfigura el espacio político que lidera y deja un vacío que otros actores dentro del peronismo intentarán llenar.
Este no es un momento para el silencio ni la indiferencia. Es hora de debatir abiertamente como sociedad:
- ¿Qué significa realmente esta condena para nuestra democracia?
- ¿Fortalece el Estado de derecho o socava la confianza en el sistema judicial?
- ¿Debería el kirchnerismo reformularse sin Cristina?